La constitución por el gobierno de la nación del banco malo, conocido después por conocido después por Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Restructuración Bancaria (Sareb) empieza acreditarse como un pozo sin fondo. El dinero entregado a los bancos de los fondos públicos se lo han repartido en beneficios mientras el Sareb pierde 37.000 millones de euros nada más empezar su trayectoria. Ahora el Banco de España acaba de anunciar que otros 6.500 millones de euros se añaden a la hoguera con una suma de 43.500 millones. Es evidente que no nos llevan por buen camino. La retórica empleada, por los políticos, que la única solución para salir de la crisis era enchufar miles de millones a la banca ha resultado una gran mentira. La solución se encuentra en el lado opuesto: las ayudas se deben de dirigir hacia las personas. La catástrofe que representa para el pueblo español la crisis financiera parece que se tenga que resolver por si sola y no precise de intervención alguna por el legislativo y el ejecutivo. El país se hunde y sólo nos queda la retórica del gobierno de que la tierra prometida esta a la vuelta de la esquina. ¿Se ha tomado alguna medida para que el poder económico no nos la vuelva a jugar? ¿Hay cuanto menos una autocrítica? Ninguna medida se ha tomado al respecto. Es evidente que cada día vamos a peor, el paro es el indicativo que no podemos perder de vista. Un nivel del 27,1% es inaguantable pero lo peor, lo desesperante, es que no se aprecia un horizonte. El futuro ha desaparecido del mapa. Las recetas que aplican no funcionan, tan sólo están prescritas para sacar a la banca del lío monumental en que se encuentra. Se salva a los bancos mientras se hunde el país
Diga lo que diga, el poder económico, es una crisis de deuda, una escandalosa crisis financiera que ha utilizado el mercado inmobiliario como instrumento para su crecimiento descontrolado. Detrás de cada vivienda había una familia y sin ningún escrúpulo fue utilizada como mercancía (expandiendo deuda ya que este es su negocio). Cuando a los bancos les estalló la crisis financiera, que ellos mismos habían provocado, resultó que la mercancía era de usar y tirar, no sin antes estrujarla con una sobredosis de legalidad. Los desahucios por el impago hipotecario se convirtió en una pandemia que dejaba a los deudores con los muebles en la calle y con una deuda impagable de por vida. La solución del gobierno, tanto del PSOE como luego del PP, fue apoyar descaradamente, y sin tasa alguna, a los bancos a los que generosamente repartieron miles de millones de euros sin auditoria alguna y lo peor de todo: sin ninguna condición de que al menos una parte se dedicara a la función básica de movilizar el crédito. Un país sin crédito está muerto, esto es lo que nos pasa: el país languidece, la economía se debilita, la ciudadanía se desanima y el destino es de abatimiento. Esta es la realidad que se palpa, la realidad mediática es otra y la que difunde el gobierno es pura fantasía. Ante tanta mentira la población entera se ha ido distanciando de los políticos y la desafección es total y absoluta.
Un gobierno que no se ocupe de proporcionar las condiciones que puedan generar empleo, no es gobierno ni es nada. ¿De que ha servido el dinero entregado a los bancos? Pues no hay otra, para resolver sus problemas de deuda con otros bancos extranjeros, la mayoría alemanes y franceses, sin dedicar un céntimo a proporcionar crédito. El agujero de la banca es astronómico ronda los 476.000 millones de euros. Todo el sacrificio que soporta la población es estéril, el Sereb, el banco malo, nada más llegar a este mundo acumula pérdidas por mas de 43.000 millones de euros, esta es la triste realidad. España es el único país europeo que pierde dinero con la ayuda a los bancos. No cabe duda que nos llevan a la ruina total, pero antes sangraran a la población con tal que la banca extranjera recobre su deuda y los bancos españoles contraigan su volumen. Para poder salirnos de este embrollo se necesita un movimiento estructurado, se necesita un líder indiscutible, se necesita una reivindicación común, y se necesita una resistencia numantina para acabar con un engendro del poder económico y político que no están dispuestos a ceder un milímetro de su posición bunquerizada. Recurrir a la vía parlamentaria es lo equivalente de pedirle peras al olmo al estar sometida a unos intereses que distan años luz de los de la población. Existe un movimiento estructurado, dispone de una líder indiscutible y la reivindicación es común, me estoy refiriendo a la Plataforma (s) de Afectados por la Hipoteca (PAH) creo que con la evolución que ha llevado el país todos hemos quedado hipotecados con nuestro futuro y con nuestras vidas y la de nuestros hijos. La irracionalidad aplicada por un capitalismo salvaje a los afectados por “la hipoteca” se ha trasladado a buena parte de la población que sucumbe a unas desastrosas decisiones políticas.
Pero antes de continuar quisiera que se pudiera esculpir en piedra y lo retengas en tu cabeza que el quid de la cuestión esta en la aberración que cometieron los banqueros españoles al emitir cédulas hipotecarias con un vencimiento de 2 o 3 años y con ese dinero emitir préstamos hipotecarios con vencimiento a 25 o 30 años incluso más. Operación que repitieron mil veces. Pero, ¿Cuál es el problema para poder entendernos? Que unos miles de ciudadanos no pueden hacer frente a la obligación de pago de unas cuotas de la hipoteca. Repito, unas cuotas (6, 12, o 18) de las 300 o más que quedan por pagar y a consecuencia de este impago se hunde el mundo. El deudor se va debajo de un puente, y se le coloca un cartel al cuello que dice moroso, así y todo, responderá con todos los bienes que en un futuro pueda tener. Una tragedia. El acreedor, el banco, se rasga las vestiduras por su mala suerte y se acoge a la Ley hipotecaria con criterios de la Edad Media. Mantiene al deudor secuestrado de por vida y el bien, piso o casa, limpio de polvo y paja lo acumula en sus activos con destino al banco malo y le pague un precio que le pueda resarcir del infortunio sufrido. El generoso gobierno, con cargo al Estado, no tiene inconveniente en poner encima de la mesa miles de millones de euros. Bueno, sino un diagnostico al menos si que hemos podido visualizar una radiografía: las cuotas pendientes de pago, es decir, el deudor debe las cuotas vencidas y no pagadas ¿Es motivo para que se acabe el mundo? Cuando resulta que al banco aún le quedan un porrón de cuotas por cobrar a lo largo de 25 o 30 años o más. Ahora, en confraternización con el gobierno la banca ha encontrado, después de unos años de dimes y diretes, la panacea del banco malo que cura el mayor de sus males: la falta de liquidez, los mercados están cerrados, desde hace unos años, a los bancos españoles, por lo que se puede concluir, al contrario de lo que puedan decir los banqueros, que contra más ejecuciones hipotecarias se hagan tanto mejor para resolver sus problemas de liquidez.
El Estado, el cómplice necesario, les pagará, de una tacada y al contado, las más de 300 cuotas pendientes. Un negocio financiero planteado en escritura notarial a lo largo de 25 o 30 años lo resuelven montando el teatrillo de que están muy preocupados por los desahucios. La solución se encuentra al otro lado a donde nos llevan: en el lado de ayudar a las personas con problemas para mantenerse en su vivienda. Convendría, por interesante ver como les fue a los norteamericanos en un embrollo de similar categoría. El presidente Franklin D. Roosevelt tomó la decisión, que con los años quedó patente que fue la acertada, de socorrer a los propietarios de viviendas en apuros que a causa de la situación en que se encontraba el país no podían pagar las hipotecas. En 1933 se creo la Corporación de Préstamos a los Propietarios de Viviendas (Home Owners Loan Corporation) HOLC, su propósito era refinanciar las hipotecas de las viviendas que se encontraban en mora para evitar la ejecución hipotecaria. La decisión tomada por Roosevelt de auxiliar a los deudores ha desaparecido del vocabulario del gobierno español y sus compinches en la Unión Europea y toda la ayuda se dirige a los bancos sin excepción. La dicotomía entre financiar a los bancos o auxiliar a las personas que se encontraban atrapadas en una depresión que no tenía antecedentes debió de ser audaz, muchos de los bancos quebraron pero el país salió adelante.
El necesario Banco bueno
Los que aparentan mandar llegan a la reflexión divina que como los bancos están tan mal la única solución posible es que saquen de su balance los activos tóxicos, esos pisos procedentes del desahucio, más los de las promotoras que recogieron como dación en pago se los quede el Estado y se les pague al contado. Esto, en síntesis, es el banco malo, un instrumento hecho a medida con el fin que la deuda pública apechugue con el error estratosférico al pasarse de frenada, en los años locos, ofreciendo préstamos hipotecarios. Es en este punto donde entra en escena el banco bueno con la pretensión de desbaratar y Deshacer toda esta estrategia del disparate pensada y aplicada, exclusivamente, para favorecer a los bancos y aplicada como única solución. Para aclararlo del todo, con la intervención del banco bueno se desbarata la ejecución, la subasta y la adjudicación de la vivienda, es decir se deshace la martingala de cobrar al contado una operación financiera destinada a durar 25 o 30 años. ¿Qué pasa con el deudor? Parece lógico que el deudor con tal de no verse en la calle y que encima se le endose una deuda que nunca podrá pagar, se entiende que de buen grado aceptaría quedarse en la vivienda con un alquiler social, y así poder dormir tranquilo.
Estrellada nuestra economía, y por derivación la nación entera, no se han tomado medidas al respecto por lo que podemos decir que estamos listos para el próximo cataclismo. Las medidas correctoras que tomó el presidente Roosevelt para reactivar la economía de los EE.UU. y poner a trabajar a los parados fueron varias, emprendió grandes obras públicas y cortó por lo sano instrumentando medidas para que el tsunami acaecido no se repitiera nunca más. En España no hay más medidas que la devaluación interna: trabajar más, cobrar menos, pagar más impuestos y recibir menos prestaciones sociales. A toda esta política de derrumbe, para que cobren sus deudas los bancos franceses y alemanes, se le tiene que poner freno.
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